martes, 14 de septiembre de 2021

EMOCIONES

 

                                  De aquellos días 

Son de aquellos candorosos días de mi niñez, las emociones que acuden fuertes al arcón de mis memorias.

Invariable, los recuerdos me llevan siempre a una casita blanca, en un campo donde un día asomé a la razón.

Un amplio patio la rodeaba. Al sur, un monte de paraísos y un importante ombú le cortaban las furias de los vientos que antecedían a las tormentas. Y del lado norte extendía su sombra protectora, un imponente muro  de eucaliptos.

Ese era mi hogar. En Colonia Tacurales.

__ Un lugar con historia__ siempre decía papá.

Un campo que heredara de Andrés, su padre, que lo recibiera de Francisco, su abuelo. Y que compartía con los hermanos.

En la época de levantar los granos llegaban los tíos para colaborar con las trillas. El patio era un hervidero de gente y rondas de tareas. Los veíamos alinear caballos que uncían a las máquinas. Y luego partir, para cumplir con la labor del día.

Cuando llegaba la noche y el momento del descanso los convocaba a la cena, con mis hermanos asistíamos asombrados a las conversaciones que solían tener.

Anécdotas. Apariciones. Chismes. Todos eran temas para comentario, que a nosotros los niños, nos descubrían mundos nuevos, llenos de magia que nos llevaban a senderos de misterios.

Mucho de lo que hoy rememoro viene de esos días. Pero lo que más me impactó fue cuando una noche abordaron el tema de la historia del lugar, que papá mencionaba a menudo y por la que yo nunca había indagado.

Y hablaban de indios y de soldados. De un Fuerte y de un boliche que había existido en el linde sur del campo donde estábamos, aledaño al camino en diagonal, que entonces demarcaba una frontera.

Lo que recordaban venía del siglo pasado, tal vez allá por el año 1870, en la época de los primeros inmigrantes que llegaron al lugar. Cuando los soldados de cuatro Fuertes patrullaban la línea de frontera y brindaban protección.

Historias que se habían trasmitido de boca en boca y perpetuado en la memoria de los lugareños.

Esa noche, el boliche de “Doña Rosa” fue el tema elegido por papá y los tíos. Por los comentarios que hacían, dedujimos que conocían el lugar donde había estado emplazado. No tuve entonces la precaución de registrarlo en mi memoria y hoy, no hay  quién  pueda indicarme el lugar exacto.

El boliche de “Doña Rosa” había sido un parador necesario. Allí se realizaba el trueque de provisiones para la subsistencia de los soldados del Fuerte. Los indios, en paz con los blancos, también se acercaban al lugar para comerciar.  

El comentario de esa noche, era que en cierto lugar del campo, con el arado levantaban restos de ladrillos, lo que hacía verosímil la existencia del boliche. El tío Hipólito contó también, que había encontrado allí una planchita maciza de hierro, de las que antes se usaban para planchar la ropa. Tampoco recuerdo el final de esa planchita.

En nuestras cabecitas, todo lo que oíamos era extraordinario. Imaginábamos a los indios rondando por el campo y a partidas de soldados recorriendo ese camino en diagonal.

Pero la charla familiar de esa noche, a nosotros los niños, nos llevó a la cama impresionados, al enterarnos de las razones que habían motivado la desaparición del boliche. Todo había sido por una pelea entre indios y parroquianos, que había terminado con un muerto.

Y para concluir, dijeron que el Ejército Argentino, por lo acontecido, había enviado a una partida de soldados con la orden de arrasar con todo y borrar el boliche del lugar.

Orden que cumplieron eficientemente.

Papá y los tíos decían que por los restos que hallaban en el campo, ese parador no estaba muy lejos del Fortín “Los Tacurales”.

Hoy un mangrullo recuerda el lugar de los probables emplazamientos

                                                   Esperanza Chiapero

 

     










jueves, 2 de septiembre de 2021

Niña cascabel

 Fue simiente.

La luz que alimentó

el lago de su cuerpo.

Y supo entonces

de rosas y de espinas.

Aceptó del tiempo, 

el que deja huellas,

los miedos que,

velando sueños

duermen escondidos.

Ella ama su figura.

La soñaba y hoy

la tiene y la mira:

niña cascabel

hecha flor, quince años.

Alegre juventud,

juglar que ríe y canta.

¡Es su hija! ¡Y la ama!


miércoles, 11 de agosto de 2021

Morteros - 130 Cumpleaños



Cuando escribí el libro “Mística y Matices” hice un escueto análisis sobre la acción del desaparecido “Partido Demócrata Cordobés” y su influencia en la Provincia.

Me encontré con la fascinante secuencia de la fundación de “Villa Los Morteros”, suceso acaecido allá por el año 1.891.

El nombre de Mariano Alvarado, a quién se le atribuye en la actualidad la fundación del pueblo, no figura escrito en las actas fundacionales municipales que consulté  para el resumen del libro. Tampoco tuvo protagonismo de fundador en “Los Juegos Florales”, el libro que en ocasión de celebrarse el Cincuentenario de Morteros, se editara en 1.944. No se le adjudica relevancia en la historia de la ciudad.

Mi curiosidad hizo entonces que hurgara en el camino de este colonizador, y en las redes encontré desenlaces que me llevaron a investigar.

En la encrucijada, en los años que van del 1880 al 1900, aparecieron varios protagonistas: los hermanos Pablo y Alberto InAebnitt, Juan Beiro, Mariano Alvarado Zenavilla y la  intromisión en el lugar del ferrocarril de los ingleses, que dejaron las huellas que me desconcertaron.

El Municipio, en la actualidad, lo tiene por fundador a Don Mariano Alvarado Zenavilla. Intento convencerme de  esa afirmación. ¡Aún no lo he conseguido!

En esta síntesis, analizo la responsabilidad de los protagonistas de esos momentos tan particulares que superara el país, que condujo a estos actores hasta Morteros, ayer Fuerte, hoy ciudad.

En el año 1772 el eje económico del norte Argentino: Jujuy, Salta y Córdoba, aliado con la dinámica mercantil del espacio peruano, había impulsado a Don José Alvarado del Rivero Arredondo, abuelo de Mariano, a residir en Jujuy y desde allí operar con las “provincias de arriba”

La expansión del comercio mular afianzó su posición y riqueza personal, con influencias en la jurisdicción que lo llevarían a un conveniente  matrimonio.

Se casó con Doña Segunda Sánchez Bustamante González de Arredondo. En 1793 del matrimonio nació Ramón Esteban Alvarado Sánchez de Bustamante que continuaría con la labor emprendedora del padre. Llegó a ocupar el cargo de Gobernador de Salta.

Se casó con Leocadia Zenavilla y con su familia se trasladó a Bolivia, cuando fue nombrado Cónsul General Argentino.

Allí en Tarija, el 15 de agosto de 1.823 nació Mariano Alvarado Zenavilla.

En 1841, el Presidente de La Nación Argentina Juan M. de Rosas, había cerrado a los Estados vecinos del norte del país la navegación por el Paraná y el Uruguay, obstaculizando el comercio que por vía fluvial llegaba al puerto de Buenos Aires para exportación. La situación promovió conflictos que llevó a las Provincias del norte a rebelarse de la tutela del puerto de Buenos Aires.

En tanto, en la novel Argentina, la reciente independencia del reino de España suscitaba conflictos institucionales.

Convocado por el Gobernador de Entre Ríos, General Justo José de Urquiza, Ramón Alvarado y su familia regresaron a Argentina y se instalaron en un caserío de la ribera del Paraná, en la provincia de Santa Fe.                                                          

En 1.850,  los ribereños primero crearon el puerto y luego la aduana y el 5 de agosto de 1852, al caserío que los circundaba lo bautizaron Rosario, en honor a Nuestra Señora del Santo Rosario.

Según documentos, recabados de la Revista del “Centro de Estudios del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas” de la Universidad de Buenos Aires (UBA), el joven Mariano Alvarado fue el  primer Intendente de la novel ciudad.

A su padre, Don Ramón Alvarado Sánchez de Bustamante, para entonces prominente político de raigambre Radical, la Confederación Argentina y ya depuesto Rosas, con el General Justo José de Urquiza en el Gobierno, en 1855 lo nombró Senador Nacional por Santa Fe y su representante ante el Congreso de Paraná, del que no participaba la rebelde provincia de Buenos Aires, que se autodefinía Estado Independiente.

El puerto de Rosario pasó a ser la confluencia más importante del movimiento comercial del país, y confrontaba con el puerto de Buenos Aires.

El Presidente de la Confederación Argentina, advertido del potencial económico de los territorios del noreste santafesino y noroeste cordobés, se contactó con el ingeniero norteamericano, nacionalizado argentino, Alan Campbell, conocedor de estrategias de producción en países de avanzada.

Le propuso, para fomentar la inmigración y el comercio en esos “desiertos de oportunidades” la construcción de un ferrocarril que uniera a Rosario “con una gran ciudad, centro geográfico del país: Córdoba” y destinar así la salida de la producción, por el puerto de Rosario.

El Ingeniero se encargó de elaborar el plano del proyecto ferroviario, mientras que los terratenientes: Aarón Castellano y Guillermo Lehman, preparaban un plan para atraer a inmigrantes a colonizar las tierras donde  se extenderían los  rieles. 

Carlos Casado de Alisal, español nacionalizado argentino, empresario latifundista y banquero, comprometido con la idea, creó en Rosario el Banco Casares, que proveería de los fondos necesarios para construir la obra que habían pactado hacer con los ingleses. Alvarado, padre e hijo, eran  parte del Directorio.

Con el decreto del 2 de abril de 1.855 el Gral. Justo José de Urquiza, autorizó por Ley a su amigo José Buschental a construir el ferrocarril, conforme el trazado que el Ingeniero Allan Campbell diagramara para la línea “Rosario-Córdoba”. 

Al hacerse evidente, con el paso de los días, la carencia de fondos económicos argentinos para enfrentar tamaño emprendimiento y en busca de socios, Casado de Alisal vendió su Banco a los ingleses.

Consolidó así una Sociedad Anónima: el Banco de Londres, integrado por capitales privados: ingleses y argentinos. La empresa fue autorizada a instalar su sede administrativa en Londres, sin control fiscal argentino en sus libros de contaduría. Para las tareas de escritorio ocupó sólo a nativos ingleses. La familia Alvarado era accionista del nuevo Banco.

El Banco de Londres, para el inicio de la obra, en 1857 otorgó a una Sociedad Anónima: “Ferrocarril del Oeste Santafesino”, constituida en Londres con capitales ingleses y argentinos, el apoyo financiero para ejecutar el proyectado ferrocarril. Presidía la misma, el estadounidense William Whelwright.

A su vez en Rosario, capitalistas privados argentinos, se organizaban en una Sociedad Anónima para la compra de las tierras donde se extenderían los rieles: la “Compañía de Tierras del Ferrocarril del Oeste Santafesino”, con sede también en Londres. Del Directorio participaba la familia Alvarado.

José Buschental, el amigo de Urquiza y primer concesionario, para entonces ya se había retirado del proyecto.   

La Sociedad Anónima, firmó con la Confederación un contrato que le otorgaba, para la extensión de las líneas férreas “…los terrenos necesarios para el camino, muelles, estaciones y apeaderos, libres de todo gravamen y a perpetuidad”.

Los comerciantes y los industriales santafesinos, cuando advirtieron los enormes beneficios que dejaba la venta de las tierras a colonizar y para evitar que las ganancias sólo se las llevaran los socios argentinos de Londres, en Rosario crearon una nueva empresa, integrada por autoridades  de la provincia y privados: la “Compañía de Tierras del Central Argentino”. Mariano Alvarado era parte del Directorio.

Urquiza, por Ley prorrogó por última vez la autorización para la construcción del ferrocarril “Rosario-Córdoba”, pero sin especificar, esta vez, la fecha de inicio.

En  Buenos Aires, familias pudientes advertidas de los beneficios económicos que aportaba el ferrocarril, para traslado de pasajeros, en 1857 crearon la “Sociedad Camino de Hierro del Ferrocarril Oeste” que extendió los primeros diez kilómetros de vías férreas en suelo argentino, convenido con los ingleses,en el corazón de la ciudad.  

Consolidada la unidad del país, la era del ferrocarril había llegado. El Gobierno Nacional firmó en Londres un nuevo convenio con los ingleses del que surgió la empresa: “Ferrocarril Central Argentino”. El representante inglés en Argentina, era el Sr. William Wheelwright, que al intervenir hizo evidente que la diplomacia inglesa prefería negociar con las autoridades del puerto de Buenos Aires y no con el de Rosario.

Los documentos originales del proyecto de Alan Campbell y la autorización que firmara el Gral. Urquiza para la creación del “Ferrocarril del Oeste Santafesino”, fueron entregados al nuevo Delegado y desaparecieron.

En el nuevo contrato, la Nación por Ley, establecía para la extensión de los rieles la donación de las tierras y disponía que “… el Gobierno concede a la Compañía, en plena propiedad, una legua de terreno a cada lado del camino, en toda su extensión” aproximado cinco kilómetros de ambos lados  “a condición de poblarlas y que se funde un pueblo en cada una de las estaciones ferroviarias”

En 1.861, construida la red troncal Buenos Aires-Jujuy, aún no se habían iniciado las obras para la construcción del ferrocarril “Rosario-Córdoba”  

El Gobierno de la Provincia de Santa Fe no desistía del intento de fomentar su territorio al noroeste. Para coordinar la adquisición de tierras para el demorado ferrocarril, en diciembre de 1.862 creó la “Oficina de Topografía y Estadística de la Provincia de Santa Fe” donde se registrarían los terrenos a adquirir.

Mariano Alvarado, que formaba parte del Directorio del Instituto Provincial Topográfico, también se encargaría de organizar el arribo de inmigrantes para poblar esos lugares. En 1863, formó y presidió la “Comisión Promotora de la Inmigración”.

En adelante, los bienes económicos que dejaba el ferrocarril,  por la influencia del puerto de Buenos Aires, más las ventajas que otorgaba el turismo de la región pampeana para el trasporte de pasajeros, hizo más conveniente que esos beneficios se volcaran al turismo y no al fomento económico del interior deshabitado.

A los consignatarios del nuevo convenio le otorgaban además, el terreno gratuito y a perpetuidad de la explotación de la vía ferroviaria, libre de todo impuesto por 40 años.

Hacerse de esas tierras fue el imán que atrajo a especuladores que se encargaron del emplazamiento de colonias agrícolas, en oportunidades resistido por quienes ya disponían de las leguas concedidas ahora graciosamente, en particular en el sur de la provincia de Santa Fe. No así en su centro y norte donde aún el proceso colonizador estaba demorado, y se daría en el tiempo, en explotaciones pequeñas y medianas.

El 14 de enero de 1.863 llegó al puerto de Buenos Aires el estadounidense y apoderado del Gobierno inglés, Ingeniero William Wheelwright, para presentar ante el Gobierno Nacional una queja, porque no se les concedía a los constructores las tierras marginales prometidas para extender las líneas férreas, tal como lo ordenaba la Ley.

Las autoridades nacionales cedieron ante el inglés. El Ministro Rawson terminó con las resistencias al proyecto, y en la presidencia del Gral. Bartolomé Mitre, aprobó el contrato que se había firmado y el Congreso Nacional lo refrendó.

En 1.867 el ferrocarril llegó a Villa María y el 13 de mayo de 1.870 por fin a Córdoba ciudad.

Las propiedades que a su paso surcaba el ferrocarril, eran tierras sujetas  “a expropiar de cualquier manera” y sin reconocer a los dueños las del camino, estación, muelles y apeaderos. Esta situación dio lugar a embargos, acordes a la tasación que el Gobierno establecía.  

La Provincia de Santa fe en el proceso, subastó casi la sexta parte de las tierras fiscales de su provincia. (Aproximado 187 leguas y 250 de Córdoba y alrededor de 60.000 kilómetros cuadrados de tierras)

Para hacer frente al compromiso y control de las erogaciones, en Rosario y por iniciativa del entonces Gobernador de la Provincia Don Servando Bayo, el 5 de junio de 1.874 se creaba el “Banco Provincial de Santa Fe”, una Sociedad Anónima que integraban capitales estatales y privados.

Don Mariano Alvarado fue el redactor de los Estatutos definitivos del nuevo Banco y junto a Melitón de Ibarlucea, fue designado Delegado del Gobierno Provincial del Directorio. El presidente del nuevo Banco sería Carlos Casado de Alisal.

El Banco Provincial de Santa Fe abrió sus puertas el 1° de septiembre de 1.874.  La impresión de sus billetes fue encargada a la “Compañía Americana de Billetes del Banco de Nueva York”.

Una nueva Ley de la Nación, del Gobierno de Avellaneda, en 1.876, otorgaba a interesados tierras fiscales gratuitas en lugares inhóspitos con la condición de que, al extender el ferrocarril, se fundaran colonias con su correspondiente pueblo, para continuar así promoviendo  la producción económica de esos lugares abandonados.

Los empresarios, dueños de estos latifundios, ponían un aviso en los diarios ofreciendo alrededor de 20 cuadrados de tierra, a pagar por los colonos generalmente en cuatro cuotas, cada una luego de la cosecha anual del trigo. Las haciendas aumentaban su valor de venta al ser atravesadas por el ferrocarril. Es imposible calcular cuánto ganaron quienes accedieron a ellas. Sin duda que se hicieron ricos.

El Gobierno de Santa Fe, en octubre de 1.884 inició un nuevo plan de colonización para la región noroeste  de la provincia, en territorios aún aislados que llevaban hasta el Alto Perú y discurrían por la orilla noroeste del mar cordobés de Ansenuza, región de fronteras, protegidas del avance indígena por Fuertes militares y alejados de la jurisdicción de Buenos Aires.

Los adquirentes tenían la obligación de solicitar al “Departamento Topográfico Provincial” los planos que autorizarían la fundación de las nuevas colonias agrícolas.  

En 1.886 las Provincias de Santa Fe y Córdoba firmaron con el Ingeniero Santiago Temple, un convenio para construir un ferrocarril, que de Galvéz llegaría al límite interprovincial y allí uniría sus rieles con la trocha procedente de la ciudad de Córdoba, que se acoplaría en el lugar.

EL  15 de octubre de 1888 el ramal confluyó en la Estación Iturraspe, hoy San Francisco. El Estado para entonces, ya había vendido sus ferrocarriles a empresas privadas, inglesas y francesas.

De Iturraspe, con la contraprestación, a través de un tranvía a vapor, se conectarían con la red troncal del Ferrocarril Central General Belgrano, del Distrito Rafaela, que, de Rosario, llevaba a Salta. El servicio de 35 kilómetros de extensión se internaba por las Colonias, Vila, Roca y Castellanos, por una trocha construida sobre caminos estatales.  

En 1.891, de Colonia Iturraspe-San Francisco saldría un nuevo servicio ferroviario, hacia el norte, su ramal concluiría en  “el Punto céntrico: Estación Morteros”.  

Los Sres. Miguel Cerana y Mariano Alvarado, autoridades del Partido Radical, donaron el lugar, donde se asentó la oficina administrativa.

El primer tren que arribó al andén del  Fuerte “Los Morteros” lo hizo el 1° de febrero de 1.891, en el lugar llamado “Isleta”, fundado por los Sres. Pablo y Alberto InAebnnit en el año 1.889.

A los pobladores de Colonia Isleta, antes de la llegada del tren, el Gobierno de la Provincia de Córdoba los había autorizado a “elegir las autoridades del “punto céntrico “Estación Morteros” para crear un pueblo “desde allí cinco kilómetros a cada uno de los vientos cardinales…”.

El 9 de agosto de 1.891 Don Pablo InAebnnit, había sido electo autoridad de la aldea que no poseía los planos catastrales según el criterio que Santa Fe exigía.

El origen de la controversia que se suscitara luego, entre pobladores cordobeses y santafesinos, por la propiedad y autoridad del enclave, se daría por errores de los conquistadores Don Juan de Garay y Gerónimo Luis de Cabrera, que habían superpuesto los límites de  cada una de las provincias.

La Corte Suprema de Justicia de La Nación, en el año 1882, ya había otorgado la posesión del lugar a la Provincia de Córdoba, pero ocurría que, la corriente inmigratoria mayor que llegaba al lugar, lo hacía desde Santa Fe. Y en Gálvez, ciudad santafesina, tenía asentada su sede administrativa el ferrocarril privado que había llegado a “Estación Morteros”.

Pero un nuevo litigante aparecería en la contienda: Don Juan Beiro. En la página 357 del libro de Megías Alicia y Bertoni Lili Ana, del “Centro de Estudios Genealógicos de Rosario”, provincia de Santa Fe, un gráfico dice… “Colonia Morteros”. Propiedad de Don Juan Beiro. Litografía publicitaria. Año 1.890-1.892.” 

Sucedía qué, en 1.891, Don Juan Beiro había presentado en Santa Fe los planos de un pueblo y documentos como lo exigía la Ley, pero no le extendían el permiso porque no había podido presentar la escritura para acreditar la compra del terreno efectuada a Don Mariano Alvarado, por el fallecimiento de éste ocurrido el 3 de julio de 1.892. 

En 1.894, pudo por fin presentar los avales en regla en Santa Fe y fue considerada “Morteros” legalmente fundada como colonia y pueblo, por el Sr. Juan Beiro.

El fomento y desarrollo económico de las provincias, el negocio de las tierras, los inmigrantes con sus sueños de propiedad y progreso, hacen confuso interpretar los episodios.

La contienda, de quién fundó la ciudad, considero que aún está sin definir. Situaciones y personajes que interactuaron en el camino de un Fuerte, hoy pujante Ciudad. 

Los hermanos Pablo y Alberto InAebnitt, Juan Beiro, Mariano Alvarado y el ferrocarril de los ingleses… ¿comparten la honra de haber fundado Morteros?

 

                                                            Esperanza Chiapero

jueves, 18 de marzo de 2021

Reflexiones

 

 

Llego a este momento de mi vida y la soledad es mi compañía.

Cuando vislumbraba el fruto, merecido por el esfuerzo de años de trabajo, y soñaba con el futuro de los hijos y porqué no con nietos, un acontecer del destino se llevó de mi lado a mi esposo, con apenas 54 años.

Hoy, cuando accedo al campo que tantas veces recorrimos juntos y miro esa llanura donde florecen cereales, pienso en los sudores pasados, y el presente acongoja el recuerdo.

Cuando camino por ese parque frondoso, verde de eucaliptus y cipreses que se elevan buscando el cielo, vuelvo, inevitable, a ese orgullo del momento, cuando me llevó a conocer la heredad que en la división de bienes con el hermano, había aprobado.

Entonces era campo raso, donde faltaban: vivienda, corrales para el ganado, galpones para el resguardo de los enseres del trabajo diario. Sombras que cobijaran el descanso, luego de agotadoras  labores campesinas.

Allí… no había nada, era un solar esperando brazos que abrieran los surcos del mañana.
El lugar, había sido parte de la estancia “La Guasuncha”, ahora loteada, propiedad de una conocida empresa del Norte santafesino, cuestionada por la explotación que hacía del quebracho colorado.

Poco después, con el personal, levantaron un solitario galpón que hizo de temporaria vivienda en la emergencia. Cuando regresaba a casa en el pueblo, mi esposo me contaba cómo crujían las chapas en las tórridas siestas del verano, cuando el sol ardiente las abrazaba.

No había electricidad. No había teléfonos. Alrededor sólo había silencios. 

Un silencio que quebraban a veces coros estridentes y el batir de alas verde esmeralda, que raudas surcaban el cielo, buscando el reparo y la sombra en lejanas isletas de eucaliptus, que se divisaban en lontananza.

Luego llegaron las travesías por guadales de tierra para acceder al lugar. Más de cien quilómetros nos separaban del mismo.

El camino que hacíamos orillaba los pueblos de Morteros, Suardi, San Guillermo, Villa Trinidad, Arrufó, La Rubia, Hersilia, para desde allí continuar unos 36 quilómetros  y llegar. Otro camino de costumbre era pasar por Palmeras, Curupayty, Arrufó, La Rubia, para por la Ruta 34 llegar a Hersilia. Sin dudas un largo periplo para los regresos.

Y hubo que ponerle un nombre a la heredad, para responder a los requerimientos del fisco.

Xavier, el retoño segundo de la familia lo sugirió y fue aceptado. Una airosa planta maderera, novedad del momento y oriunda de Misiones, que se levantaba en el patio de Lorenzatti, el vecino de enfrente de nuestro solar en Morteros, fue  la sugerente. De sus ramas emergían grandes hojas y se cubría de flores en la primavera. La llamaban “El Kiri” y sonaba lindo a los oídos.

Grande fue nuestro asombro, cuando en una de las tantas noches que pernoctábamos en el campo, y salíamos al exterior para disfrutar del cielo oscuro tachonado de estrellas, mirando el firmamento oscuro que envolvente descendía sobre la vivienda recién levantada, divisamos a lo lejos y hacia el Norte, un fulgor de luces que mantenía su brillo  perenne en la distancia,  durante toda la noche. Entonces, toda luz nocturna en el lugar era escasa y provenía de faroles o lámparas a keroseno.

Y se nos develó el misterio. Llegaba el progreso.

Se había instalado a pocos quilómetros, el campamento de la empresa Saopín, que construiría la ruta pavimentada que uniría las ciudades santafesinas de San Cristóbal y Tostado: la Ruta 2 que avanzaría hacia Santiago del Estero.

Desde San Francisco, Córdoba, hacia el Norte de Santa Fe, no había aún caminos pavimentados que unieran la Ruta 34 con el Noroeste cordobés.

Sin embargo, esa presencia que tanto celebramos entonces, terminó  ocasionando dificultades a superar, a los productores del lugar, durante largos años.

Cada lluvia abundante que llenaba de agua el noroeste cordobés, desbordaban los canales N°3 de Hersilia y N°4 de Ceres y todo el caudal acuífero se decantaba contra la Ruta 2 que hacía de dique contenedor, por la falta de puentes y alcantarillas para el paso de las corrientes.

Vanos fueron los reiterados pedidos de auxilio de los productores a las autoridades de la Provincia. Hubo quién llegó a sembrar las semillas con un avión.

Tanto fueron ignorados, que se unieron una noche para dinamitar la ruta.

Y en el ínterin, se fue despoblando la zona.

La usina lechera que recogía la producción láctea cerró sus puertas, por que cerraban los tambos por falta de caminos transitables. El personal de trabajo tambero, se mudó a las ciudades, a ser parte de las villas de la periferia.

Cuando mentalmente recorro el lugar que conocí en 1970 cuando accedí a él, me apena comprobar cómo, una zona productora que tanto prometía, fue abandonada por la desidia de gobiernos de turno.

La Estancia que había sido loteada, junto a tantas otras que había en la zona, eran políticamente cuestionadas por las ideologías, pero que en el pleno ejercicio de sus labores, movían la producción intensiva ganadera del lugar.

Cuestionaban a la empresa ahora desmembrada, pero los nuevos y pequeños productores nada pudieron hacer para defenderse de políticas que abandonaban el lugar. El Norte santafesino del Departamento San Cristóbal, donde se concentraba el mayor número de cabezas de ganado por hectárea, quedó a la deriva.

Las inundaciones, los valores discontinuos de la producción y los malos caminos, se llevaron a la gente laboriosa y el progreso del lugar.

La Escuelita, que un Gobernador visionario había declarado Albergue y la proveyó de paneles solares, también bajó los brazos. Ahora, son más los días que, con o sin razón, faltan los docentes por malos caminos y se deterioró la educación de los niños que deben hacer quilómetros para llegar.

¿Qué no supieron o no quisieron hacer las autoridades que religiosamente reciben los sueldos con nuestros impuestos?

Ahora, extensiones del suelo de menor calidad, donde la siembra de granos es inútil, se llenaron de tacurúes y chañares, donde no entran las máquinas. Y falta la ganadería.

Hoy, los pool de siembra hacen su agosto en la zona, porque soportar el costo para sostener la economía se hace oneroso para el pequeño productor rural cuando no reditúa la cosecha, siempre impredecible.

No hay caminos, la extensión de la red de luz eléctrica es costosa y de segunda y en la era de la tecnología, es necesario buscar un inesperado lugar para lograr comunicarse con el resto del mundo.

¿Así cree el pueblo, que el hombre de campo es el terrateniente explotador de la clase humilde?

miércoles, 16 de diciembre de 2020

Las líricas de Folco Testena. Primera parte

¿Por qué he decidido publicar las elegías al Gaucho Argentino del poeta italiano Folco Testena?



Dirán que ya no van. Que son obsoletas. Pero soy de las que creen que para planificar el porvenir hay que conocer el pasado y analizarlo.

Sólo trato de acomodar, a la óptica de mi presente, lo que han sido y han hecho los aborígenes y los paisanos en Argentina. Equivocados, en oportunidades, pero en el momento histórico que toca vivir, los hombres de hoy también se equivocan, tal como pasó entonces con ellos.

Nuestros colonizadores, nuestros inmigrantes, nosotros… ¿podemos, o como les sucedió a ellos toda vez que vieron pasar iniquidades, no estar impedidos de modificar situaciones?...

Porque llevo juventudes acumuladas he visto a dirigentes tropezar una y otra vez con las mismas piedras, por acción o por omisión, con la mente y las conciencias, los más que los menos, detrás de fantasías y también de corruptelas.

Los Gauchos de Testena fueron consecuencias de aquel encuentro entre inmigrantes y nativos, paisanos sobrevivientes de aquellos españoles que habían llegado primero a colonizar estas tierras.

Luego, inmigrantes y lugareños, sentaron las bases de esta Argentina que no termina de madurar, que mira el pasado, pero no sabe cómo adecuarlo al presente. Que sigue creyendo que aún hoy se  limita al aborigen, al mapuche, al negro, etc. etc.

No entienden que las ciudades, beneficiarias de aquel pasado, se llevó aquel campo de entonces, testigo de correrías  y desencuentros entre blancos y nativos. Que  la mística del chacarero inmigrante ha desaparecido junto a políticos con principios.

Por eso elegí publicar estos poemas, que aunque nadie tal vez los lea, honrará con la intención a ese pasado que dolió y duele, pero que creó una República: ¡Argentina! 

Folco Testena le escribió:

Al Gaucho Romántico: Santos Vega.

Al Gaucho Épico: Martín Miguel de Güemes.

Al Gaucho Terrible: Juan Manuel de Rosas.

Al Gaucho  Magnífico: Justo José de Urquiza.

Al Gaucho de Güiraldes: Don Segundo Sombra.

Símbolos de la Patria, glorias o mitos del pasado, que volveré en el recuerdo.